La vorágine impetuosa
Que me estila
No es distinta
A la de un ovillo
Avispado de sutilezas
Que me exhala con arrojo
La voz metálica
Y el agua nublada
De los tumultos inhóspitos.

Es entonces cuando me acerco,
Con un temple impávido
Y siento la muerte reciclarme,
Como al vértigo final de
Todo mi amor desperdiciado,
Que abollado en desasosiego
Zurce quizás
El sutil drapeado
De las grietas de mi boca.

Se me cruzan todos
Y exiliada veo,
Mientras me destierro
De la ambigüedad de los disimulos
Y del rodeo indolente
Que humilla la obertura congénita,
Con mis palabras ya asomadas.

Y así me abandono
En miles de goteras
Porque siempre ponen en mi boca otras palabras
Que drenaron en perfiles de otras bocas.

Me descuido
Y me inserto en el desalojo
De palabras que, sin retorno,
Fugan de entre mis dientes
Y se revelan como púas.

Yo, en las sombras, camino muy lento.