El día que me cruzé con un cardumen de idiotas.


Mientras caminaba por esa vereda, mascullaba una jungla de palabras acerca de las importaciones taiwanesas- De repente apareció él -yo no lo podía creer-y con una sonrisa lo suficientemente pautada como para que no desesperara y tuviera que mandar mi cerebro al quinesiólogo se acerca a mi.

yo -hola! tanto tiempo!
 (sin responder el saludo me toca el pelo -me resultó insultante-)

él -te cortaste el pelo.

yo - si(...) -minunutos previos a arrivar a la metrópolis de su idiotez.

él -me gusta, parecés más chica, y tenes la carita, así, redonda. Te pareces a María Elena, es más hasta sos parecida.

yo-jajaja(tratando de no imprimir una mueca de asfixia ante el paralelismo pelotudo)

Me doy vuelta (porque creo haber escuchado algo) y llega su amigo -uno de sus monaguillos- que me saludó como quien saluda a una tía abuela que se está por ir de viaje con los jubilados e inmediatamente traté de teletransportarme a alguna era geológica para no tener que sentir esa fonética fungicida que tiene y la mini baba que escupe al hablar.

Admiré mi capacidad de abstracción instantánea que tuve en ese momento y mi mente se transladó a una estantería llena de jabones golpistas y frutillas futuristas. También pensé en hacer un viaje y unirme a una tribu de jíbaros que me enseñe a reducir las cabezas del proyecto y el ante-proyecto de persona que tenía enfrente.

Estribe mi nerviosismo y respondí esas típicas preguntas que me hacían con información basura. No se porqué me seguían preguntando cosas y yo les respondía.
Debo reconocer, que yo a él lo miraba todo el tiempo y paseaba por una quermés sentimental.[Tenía muchas ganas de romperle el tabique con el mejor codazo pero estaba casi tan perdida en el lienzo de su arte que mi metabolismo me llenaba de tachuelas]

Y me dice: -cómo va todo?- Eso me dijo, ¿cómo iba todo? Cómo le dio en la tecla!
 Él, con cara de jerarca y sus medias blancas escondidas en esas gigantes zapatillas que ahora están de moda, hizo que inmediatamente televisara mi vida de una manera digna. Me saltó como spam una frase que nunca le dije (ni a él ni a nadie) "es divertido que no estés conmigo". Y le respondí cómodamente: -todo bien- A todo esto su amigo me miraba. Su ignorancia era tan notable como su conocimiento.

Cuando las conversaciones mueren y no me interesa hacerle primeros auxilios noto que se van momificando los cerebros de los interlocutores, transportando por el aire todas las alternativas. Podía pasar, que él me haga hablar.

Si olvidarme de él era hacer turismo, yo ya había viajado hace rato.