Mi prima, mi hermana y los asesinos cereales.

El jabón que se esta por acabar, los últimos fósforos , el lápiz sin punta, el aceitero sucio, el cd rayado, el rollo de papel con sus últimos quince centímetros pegados, las cubeteras secas, las toallas en el piso, lo que se cayó del perchero, la invisible china, la lapicera que se corta, el repasador mojado, el control remoto sin pilas, el imán viejo, el llavero roto, la media viuda.
Pensamientos hilachados surgen de ese medio ambiente y son suficientes porque siempre pago en efectivo todas las consecuencias. 
Por ejemplo, hace unos días conocí a alguien, no era un titular en mi vida, pero creo conocer muy pocas personas. Me fascinó conocer a esa persona de inmediato, su geometría clásica no me era gubernamental y además tenía algo que no encontré en ninguno de los otros ejemplares de mi especie en estos últimos días; una extraña manera de entreabrir la boca antes de hablar.
La verdad, no me importaba esa gestualidad, porque a penas vi que se acercaba y me buscaba encontrando una situación de diálogo, yo aprovechaba esa latitud y lo apuñalalé con una mirada analfabeta. Tenía dos años más que yo y le encantaba el cine.
A simple vista parecia hipertenso. Vino hasta donde yo estaba. Al no reconocerlo no le hablé por ese clima tan prepautado que nos separaba y esa música tan de supermercado. Y descubrí algo singular en esta persona que venía a mí, pero su río caudaloso de altanería e incomprensión que se descauzó me salpicó y entendí que él no se dignaría nunca a asimilar mi dramaturgia cotidiana.
No era tan complicado, yo no le hablaría y trataría de no hablarle del primer ministro de Estambul ni de la psicología de un durazno. Pero di cuenta que no podía coexistir al lado de él, asi que agarré mi celular, estudié mi escena y me fui.
Entonces llegue a mi casa y me acosté a dormir. En el instante en el que caí en el colchón sentí el peso y todo el volumen de ese capricho aglutinado en sueños, que no era más que desear querer conocerlo o dejar que me conozca. No me pareció un gran planteo, ni algo lo suficientemente viscoso para meditarlo asique ví Alf hasta que me quedé dormida.
La mañana que me despertó ví que el jabón se estaba por acabar, que quedaban los últimos fósforos, los lápices sin punta, el aceitero sucio y los cds rayados. Y agradecí a todas mis políticas bioquímicas que me permitían pagar en efectivo todas mis consecuencias.

Estoy bien así.